Según la OMS, este gas presente en la atmósfera es el desinfectante más potente contra todo tipo de microorganismos
Hasta ahora el ozono es bien conocido por ser un compuesto natural presente en la atmósfera a dos alturas: en la estratosfera, donde se forma una capa que depura el aire, filtra los rayos ultravioleta dañinos para el ser humano y evita que alcance la superficie terrestre; y en la baja troposfera, donde siempre existen ciertas concentraciones, pero que en niveles elevados, como consecuencia de la contaminación, serían perjudiciales para los ecosistemas y para la propia salud del hombre.
Menos conocida es su eficacia como biocida (eliminación de organismos vivos) debido a su poder oxidante y por ser muy reactivo con proteínas, lípidos, membranas biológicas y, en general, con materia orgánica. «Si lo comparamos con otros productos oxidantes es más potente que el cloro, que es un desinfectante tradicional, y la propia agua oxigenada», asegura a este periódico Ángeles Blanco, catedrática de Ingeniería Química y Materiales de la Universidad Complutense y miembro de la Asociación Nacional de Químicos e Ingenieros Químicos de España (ANQUE).
Esas potentes propiedades lo han convertido tradicionalmente en una herramienta eficaz para el tratamiento y purificación de aguas, en electromedicina (ozonoterapia) y, sobre todo, en la eliminación de malos olores, higienización y desinfección de aire. Según la OMS, el ozono es el desinfectante más potente contra todo tipo de microorganismos. De ahí que en esta crisis sanitaria, se esté recurriendo cada vez más al ozono -molécula compuesta por tres átomos de oxígeno que surge al disociarse los dos átomos que componen al oxígeno. Cada átomo de oxígeno se une a otra molécula de oxígeno gaseoso, dando lugar a la aparición de moléculas de ozono (O3)- para la limpieza en profundidad de superficies, como vehículos de personal sanitario o policial, y de instalaciones hospitalarias o edificios públicos. «El ozono destruye numerosos virus, bacterias y hongos, y es muy eficaz contra la familia de coronavirus. Hay estudios que demuestran que elimina más del 99% de los virus en tan solo 20 segundos. No hay datos aún que certifiquen que elimina el Covid-19, pero sí sabemos que el ozono penetra en la membrana celular y que los coronavirus son sensibles a los agentes oxidantes y, por lo tanto, podemos suponer con las evidencias científicas disponibles hasta la fecha, que se va a dañar el virus y va a quedar destruido. De esta forma, se puede disminuir la carga vírica y evitar su propagación», explica Blanco.
Se trata de una sustancia incolora, inodora (solo en grandes concentraciones podría presentar un color azulado y desprender un olor a marisco en descomposición), que no puede ser almacenada ni transportada. Se puede producir artificialmente, pero hay que hacerlo en el lugar donde vaya a ser utilizado para que sea eficaz. «Al ser inestable y descomponerse, la vida media en el aire, en el interior de una habitación es de seis a diez minutos aproximadamente», apunta Blanco. Precisa de unas máquinas, cuyo coste está entre los 800 y 1.000 euros. «Son generadores de ozono, que a partir del oxígeno del aire generan una alta tensión eléctrica que separa los átomos de oxígeno para que puedan reaccionar con otras moléculas y dé lugar al ozono. Es similar a la energía del rayo que lo produce naturalmente», explica la catedrática.
Su uso es sencillo. Según Blanco, una vez conectada y programada para actuar, es necesario salir de la habitación (de tener que entrar habría que hacerlo protegido con traje especial) y mantener la puerta cerrada. «Con 20 segundos sería suficiente para eliminar un virus, pero para no correr riesgos se suele dejar actuar tres o cuatro minutos. Pasados diez minutos, el ozono residual que no ha reaccionado (el que reacciona se consume) se descompone y solo sería necesario ventilar la estancia», precisa.
A su propiedad desinfectante, rápida eficacia e inversión asequible (una vez adquirida, solo requiere de revisiones de mantenimiento) hay que sumar una de las ventajas que lo hacen tan demandado ahora: es un gas y como tal llega a todos los rincones con total garantía de desinfección, «muy al contrario de cuando se limpian las superficies con una bayeta y puede quedar algún espacio sin ser tratado», desliza Blanco.
Según esta especialista en el tratamiento de aguas residuales con ozono y que ha desarrollado un proyecto para la desinfección rápida, sencilla y barata de trajes EPIs para reducir la carga vírica y facilitar su reutilización en situación de emergencia, los riesgos del ozono para la salud dependen de la concentración y el tiempo de exposición. «Una directiva de 2008 de la UE limita las concentraciones: no se podría estar expuesto a más de 0,2 miligramos de ozono por metro cúbico en ocho horas», concluye Blanco.
Hasta ahora el ozono es bien conocido por ser un compuesto natural presente en la atmósfera a dos alturas: en la estratosfera, donde se forma una capa que depura el aire, filtra los rayos ultravioleta dañinos para el ser humano y evita que alcance la superficie terrestre; y en la baja troposfera, donde siempre existen ciertas concentraciones, pero que en niveles elevados, como consecuencia de la contaminación, serían perjudiciales para los ecosistemas y para la propia salud del hombre.
Menos conocida es su eficacia como biocida (eliminación de organismos vivos) debido a su poder oxidante y por ser muy reactivo con proteínas, lípidos, membranas biológicas y, en general, con materia orgánica. «Si lo comparamos con otros productos oxidantes es más potente que el cloro, que es un desinfectante tradicional, y la propia agua oxigenada», asegura a este periódico Ángeles Blanco, catedrática de Ingeniería Química y Materiales de la Universidad Complutense y miembro de la Asociación Nacional de Químicos e Ingenieros Químicos de España (ANQUE).
Esas potentes propiedades lo han convertido tradicionalmente en una herramienta eficaz para el tratamiento y purificación de aguas, en electromedicina (ozonoterapia) y, sobre todo, en la eliminación de malos olores, higienización y desinfección de aire. Según la OMS, el ozono es el desinfectante más potente contra todo tipo de microorganismos. De ahí que en esta crisis sanitaria, se esté recurriendo cada vez más al ozono -molécula compuesta por tres átomos de oxígeno que surge al disociarse los dos átomos que componen al oxígeno. Cada átomo de oxígeno se une a otra molécula de oxígeno gaseoso, dando lugar a la aparición de moléculas de ozono (O3)- para la limpieza en profundidad de superficies, como vehículos de personal sanitario o policial, y de instalaciones hospitalarias o edificios públicos. «El ozono destruye numerosos virus, bacterias y hongos, y es muy eficaz contra la familia de coronavirus. Hay estudios que demuestran que elimina más del 99% de los virus en tan solo 20 segundos. No hay datos aún que certifiquen que elimina el Covid-19, pero sí sabemos que el ozono penetra en la membrana celular y que los coronavirus son sensibles a los agentes oxidantes y, por lo tanto, podemos suponer con las evidencias científicas disponibles hasta la fecha, que se va a dañar el virus y va a quedar destruido. De esta forma, se puede disminuir la carga vírica y evitar su propagación», explica Blanco.
Se trata de una sustancia incolora, inodora (solo en grandes concentraciones podría presentar un color azulado y desprender un olor a marisco en descomposición), que no puede ser almacenada ni transportada. Se puede producir artificialmente, pero hay que hacerlo en el lugar donde vaya a ser utilizado para que sea eficaz. «Al ser inestable y descomponerse, la vida media en el aire, en el interior de una habitación es de seis a diez minutos aproximadamente», apunta Blanco. Precisa de unas máquinas, cuyo coste está entre los 800 y 1.000 euros. «Son generadores de ozono, que a partir del oxígeno del aire generan una alta tensión eléctrica que separa los átomos de oxígeno para que puedan reaccionar con otras moléculas y dé lugar al ozono. Es similar a la energía del rayo que lo produce naturalmente», explica la catedrática.
Su uso es sencillo. Según Blanco, una vez conectada y programada para actuar, es necesario salir de la habitación (de tener que entrar habría que hacerlo protegido con traje especial) y mantener la puerta cerrada. «Con 20 segundos sería suficiente para eliminar un virus, pero para no correr riesgos se suele dejar actuar tres o cuatro minutos. Pasados diez minutos, el ozono residual que no ha reaccionado (el que reacciona se consume) se descompone y solo sería necesario ventilar la estancia», precisa.
A su propiedad desinfectante, rápida eficacia e inversión asequible (una vez adquirida, solo requiere de revisiones de mantenimiento) hay que sumar una de las ventajas que lo hacen tan demandado ahora: es un gas y como tal llega a todos los rincones con total garantía de desinfección, «muy al contrario de cuando se limpian las superficies con una bayeta y puede quedar algún espacio sin ser tratado», desliza Blanco.
Según esta especialista en el tratamiento de aguas residuales con ozono y que ha desarrollado un proyecto para la desinfección rápida, sencilla y barata de trajes EPIs para reducir la carga vírica y facilitar su reutilización en situación de emergencia, los riesgos del ozono para la salud dependen de la concentración y el tiempo de exposición. «Una directiva de 2008 de la UE limita las concentraciones: no se podría estar expuesto a más de 0,2 miligramos de ozono por metro cúbico en ocho horas», concluye Blanco.